En 1950[i], el investigador, sociólogo y criminólogo Donald Cressey[ii] publicó las razones detrás de cada malversación y fraude, lo que luego fue reconocido como el “triángulo de la malversación“: presión o necesidad económica, oportunidad, racionalización personal.
Detrás de cada malversación de fondos se encuentra un sujeto que ha alcanzado un estado de reconocimiento y confianza, de buena fe y que, posteriormente, violó esa confianza. Cressey escribe que el abuso de confianza llega a este estado cuando, al lidiar con una situación financiera insalvable, usan el conocimiento y la oportunidad que se encuentran en su camino para resolver su problema, en silencio, caracterizando su comportamiento criminal como apropiado y aceptable, de acuerdo con su estado y circunstancias.
Así, por ejemplo, el tesorero en una institución financiera, que tiene grandes deudas con el mercado paralelo, sabrá cómo organizar las finanzas de la institución en la que trabaja, de modo que durante un cierto período pueda retirar fondos sin ser descubierto. Justificará sus acciones diciendo que lo que está haciendo es solo temporal, y que después de algunas semanas o meses, los fondos serán devueltos a la institución, y las acciones de “cancelación”, es decir, reparaciones, no serán descubiertas, y cubrirán sus actividades …
Muy a menudo, el estafador (en adelante, el “sujeto”) son personas, sin antecedentes penales y de alto estatus, profesionales, que han alcanzado su estatus gracias a sus habilidades y experiencia. Utilizan su estado para resolver el problema financiero en el que se encuentran y, gracias a él, se sienten seguros. Por supuesto, todavía se ven a sí mismos como personas respetables y comunes, que han dado un “paso equivocado”, el cual, para ellos, es un paso justificado e incluso necesario. Por lo tanto, dan una interpretación personal y única (pero errónea) al elemento mental del delito que están cometiendo.
Años más tarde, Cressey desarrolla su teoría y divide la “necesidad económica insalvable” en seis categorías:[iii]
• Dificultad para pagar deudas,
• Problemas creados por fallas personales,
• Trastornos comerciales (fallas incontrolables, como la inflación o la desaceleración del mercado),
• Aislamiento (el que rompe la confianza está aislado de las personas que pueden ayudarlo),
• Estado social (anteriormente vivió a su capacidad),
• Relación empleado-empleador (el abuso de confianza o el sujeto se ve privado).
En la década de 2000, otros investigadores dan una interpretación diferente a las causas de la “presión económica”, por ejemplo, Lister[iv] la define como “la fuente de calor para el fuego“, pero señala que la existencia de las presiones anteriores, a un sujeto en particular, no necesariamente le llevara a malversación de fondos.
Agregó tres tipos más de “presión”:
• La necesidad personal de pagar por un alto nivel de vida,
• Presión del empleador para cumplir los objetivos,
• Presión externa en forma de necesidad de mantener la estabilidad del negocio, el cumplimiento de los acuerdos financieros y las expectativas del mercado.
Lister interpreta “oportunidad“, el segundo lado del triángulo de Cressey, como “el combustible que mantiene encendido el fuego“, y cree que, incluso si el sujeto tiene una causa (la “presión”), no realizará la malversación si la oportunidad falla frente a él. Da varios ejemplos de esto: cambios grandes y frecuentes en puestos clave en el liderazgo de la organización, debilidades en la separación de roles, transacciones complicadas o una estructura organizacional complicada.
En cuanto al tercer lado, Lister ve la racionalización personal como “el oxígeno que mantiene ardiendo el fuego“. Incluso si no es posible llegar a cada sujeto individualmente y explorar lo que se crea dentro de su mente, los críticos pueden evaluar el entorno de control organizacional y sacar conclusiones al respecto.
Unos años más tarde, Albrecht y Albrecht[v] desarrollaron el modelo de Cressey y llegaron a una interpretación en la cual la “presión” no tiene que ser puramente económica o financiera, sino que otros factores pueden entrar en juego.
• Presiones financieras, tales como: pérdidas personales, disminución de ventas, incapacidad para competir con otras compañías, avaricia, nivel de vida más allá de las capacidades del sujeto, deudas personales, incapacidad para obtener crédito, necesidad de reembolso de crédito a corto y mediano plazo, incapacidad para alcanzar y cumplir pronósticos financieros o necesidades financieras inesperadas.
• Presiones no financieras, tales como: la “necesidad” de mejorar los resultados, la frustración en el trabajo o incluso, para enfrentar el desafío de “golpear el sistema”.
Albrecht y Albrecht argumentan incluso que aun cuando hay fuertes “presiones” o “impulsos” para cometer fraude por parte de los ejecutivos, si estos creen que las posibilidades de que les atrapen y castiguen son altas, entonces, lo más probable es que el sujeto no cometa el desfalco. También dan algunos ejemplos de las excusas para la racionalización del acto de engaño:
• “Debemos mantener el precio de las acciones alto”
“• Todas las empresas utilizan prácticas contables agresivas”
“• Es en beneficio de la sociedad”.
La oportunidad de cometer fraude está dada por el hecho de que la dirección y administración de la empresa no se adhieren a los procedimientos y controles y / o han fallado en hacerlos cumplir, la junta de directores es débil, hay deficiencias y debilidades en los controles diseñados para prevenir la mala conducta, hay fallas o castigos permisibles de malversación y fraude, hay fallas en la información y fallas en el curso de los controles internos.
Otra mejora en el “Triángulo de Cressey” se agregó en 2004, cuando Wolfe y Hermanson [vi] desarrollaron el “Modelo de diamante” al agregar “habilidad” al triángulo. Wolf y Hermanson creen que no se hubieren cometido gran cantidad de malversación de fondos y fraudes, sin la persona adecuada, que está en el lugar correcto, con los poderes adecuados para cometerlos.
Ofrecen cuatro situaciones empíricas para cometer fraude, con respecto al tema:
• Rol directivo o ejecutivo dentro de la organización,
• La capacidad de comprender y utilizar la contabilidad y las debilidades en el control interno de la organización,
• la creencia de que no lo atraparán o que saldrá de ello de manera rápida y económica,
• La capacidad de manipular los estados mentales de otras personas, para su ventaja.
Entre los desarrollos recientes del “modelo de triángulo” o “modelo de diamante” se encuentra el modelo MICE: Money, Ideology, Coercion, Ego, desarrollado en 2010 por Kranacher[vii] y otros. Este modelo amplía la interpretación con respecto a la necesidad o presión detrás de la malversación o fraude.
Incluso después de todo el proceso descrito anteriormente, la clave para lidiar con la malversación de fondos y el fraude es a través de su prevención: es mucho más barato y mucho más efectivo prevenir la malversación de fondos que tratar de localizarla. En el momento en que descubrimos la malversación de fondos y en el momento en que encontramos al sujeto que lo cometió y hasta que demostremos, más allá de una duda razonable de que lo hizo, el dinero ya ha desaparecido y la posibilidad de sentarse en la organización es escasa. Y eso, sin mencionar el costo de la investigación …
Finalmente, debe recordarse que la mayoría de las malversaciones de fondos y fraudes no son actos únicos. Por lo general, comienzan con un pequeño y mínimo robo y negligencia, a veces por error. Lenta y gradualmente, van creciendo, en cantidad y frecuencia. De la misma manera que el sujeto hace sus actos criminales, entonces, es más fácil para él justificarlos, hasta que llegue el día, y ya no tendrá que seguir justificándolos.
Quizás, la lección más importante de lo anterior es que para que se realice una malversación o fraude, todas las costillas mencionadas anteriormente deben estar activas. Si uno de ellas no aparece, el delito no existirá.
[i] Rasha Kassem and Andrew Higson, “The New Fraud Triangle Model”, Journal of Emerging Trends in Economics and Management Sciences (JETEMS) 3(3), 191-195. jetems.scholarlinkresearch.org
[ii] Cressey, D. R. (1950). “The criminal violation of financial trust” American Sociological Review, 15(6), 738-743. www.jstor.org
[iii] Cressey, D. R. (1953). “Other People’s Money” Montclair, NJ, Patterson Smith
[iv] Lister, L. M. (2007). “A practical approach to fraud risk”, Internal Auditor, December.
[v] Albrecht, W.S. Albrecht, C and Albrecht, C. C. (2008), “Current trends in fraud and its detection”, Information Security Journal: A global perspective. www.ebscohost.com
[vi] Wolfe, D. T. and Hermanson, D. R. (2004), “The fraud diamond: Considering the four elements of fraud”. The CPA Journal, December
[vii] Kranacher M. & Others (2011). “The evolution of fraud theory”, American Accounting Association Annual Meeting, Denver, August