Tiempo hace ya que negocios y valores no son palabras ajenas entre sí. Gestión de negocios con alto significado moral se ha convertido en un concepto ampliamente aceptado e incluso requerido en los últimos años.
Valores tales como: gobierno corporativo, contribución a la comunidad y el medio ambiente son parte integral del léxico comercial de una corporación con fines de lucro.
Hay otros conceptos que se han convertido con el correr del tiempo en sinónimos de competitividad corporativa: servicio, calidad, cumplimiento de horarios … Pero solo en los últimos veinte años, después de una serie de eventos graves que conmocionaron al mundo empresarial, los valores que eran considerados como “evidentes”, como la integridad, la pureza de la medición, la transparencia, etc., comenzaron a formar parte de los procesos de gestión.
Los que están al frente del proceso son los reguladores institucionales, como la Comisión de Bolsa y Valores o el Registro de ONGs, pero el verdadero “regulador” es el que determina lo que es bueno para sí mismo (y no lo que es bueno para los demás) y este debe ser el público, sin importar si es una empresa que cotiza en Bolsa o no. Cada corporación debe informar al público a través de sus actitudes y actividades.
La rendición de cuentas tiene su valor. El público debería poder discernir la integridad del sujeto a partir de su accionar. El gerente de empresa debe estar interesado en que el público se dé cuenta de que sus actividades son correctas, no solo en la calidad del servicio prestado o de los bienes vendidos, sino también en la integridad y la transparencia de la empresa.
Aquí es donde entra en juego la auditoría interna y examina las actividades y procesos de la corporación y de quienes la dirigen: en el control del proceso, en el uso de los controles correctos, en la pureza de las acciones. La auditoría interna posee las herramientas necesarias para realizar estas pruebas y los administradores pueden utilizar las herramientas de auditoría interna a corto y largo plazo y sus hallazgos para examinar la forma en que trabaja la organización y su gente, mejorar las acciones y los resultados, y agilizar los procesos.
La administración de la corporación, en el desempeño de sus funciones, debe mantener una actitud positiva hacia las personas que para ella trabaja: debe considerar a sus empleados, gerentes, proveedores y clientes, respetarlos, ser socios en el proceso. Debe cumplir con los estándares éticos, ser honesto en su conducta y recordar que la integridad es un rasgo humano por el cual el hombre elige actuar en base de la verdad y la justicia.
No siempre somos conscientes del nivel de integridad u honestidad en nuestras acciones. A veces no vemos la imagen completa, dejando de lado ciertos parámetros que pueden interferir en nuestra decisión, sin darnos cuenta.
Integridad significa, ante todo, respetarse a sí mismo como gerente y a la organización, la cual reúne a personas, objetivos, acciones y valores, todos los cuales son los pilares de la organización. El capital humano de la organización: accionistas, empleados, clientes y proveedores, son “socios” de la organización, o en términos profesionales: “stakeholders”.
El éxito de una corporación y su supervivencia en el mundo de los negocios dependen en gran medida de la integridad de la corporación, de quienes la dirigen y de quienes están cerca de ella. La acción humana compleja no puede proceder sin integridad: comienza con honestidad y buena fe en las operaciones comerciales, negociaciones, la capacidad de decir la verdad y una tarifa apropiada por un trabajo o servicio.
Desarrollar competitividad en integridad no es una cuestión simple: uno debe trabajar esta habilidad y practicarla. La forma más sencilla es tomarlo en serio, tal como es, sin prejuicios, y no “si tan solo porque me conviene”.
Hay una gran diferencia entre tomar en serio la integridad y “no ser atrapado” al hacer actos prohibidos. El desarrollo moral en los negocios no es un juego, y sin esa base, los negocios no tienen derecho a existir, de modo que tarde o temprano esa falla de gestión se manifestará en un colapso empresarial.
La auditoría interna no hace que el gerente sea más o menos honesto y no cambiará la naturaleza del negocio, pero si le dará a la corporación, a su gente y a su entorno de control, las herramientas para medir su moralidad, la capacidad de lograr sus objetivos de una manera directa y la capacidad de proporcionar un servicio mejor, más confiable y humano.